Les presentamos el lema que nos animará a lo largo de este 2018 a los Corazonistas de Argentina y Uruguay. El mismo está expresado mediante un logotipo que nos permite visualizarlo mejor. A continuación compartimos una reflexión del Hno. Javier Lázaro que nos explica su significado:
El corazón humano siempre está en una búsqueda de plenitud, tiene sed de infinito. Cuando encontramos algo o a alguien superior nos hacemos la pregunta ¿será ahora? Por esoJuan Bautista nos señala al , porque es Alguien que nos sana, nos limpia y nos da Nueva Vida. Juan y Andrés siguen en silencio a Jesús, dejan al precursor para ir tras del Maestro, se establece la sintonía entre su corazón y el Corazón.
Jesús tiene la iniciativa de pasar cerca con su mirada y su Palabra para tocarnos el interior. Él sale a buscarnos, hace vibrar con sus latidos nuestro corazón. Y somos nosotros los que transferimos a otros esta experiencia vivificante, aunque siempre el origen está en Cristo.
En la medida en que respondemos al llamado interior deJesús y lo seguimos, Él se da vuelta y nos pregunta Quiere responder a todas las inquietudes, pero nos pide una reflexión personal y espera que acojamos aquello que necesitamos; es un proceso que vivimos cada día. Los verdaderos seguidores de Jesús no buscan cosas materiales, ni el éxito o la notoriedad; sólo quieren conocerlo y vivir en su amistad. Su Vida llena nuestra vida ypor esonos invita: .
La clave está en escuchar, en reconocer los sentimientos que Jesús pone en nuestro interior, que por la fe se convierten en convicciones y certezas capaces de llevarnos a su intimidad, lanzarnos al servicio y comprometer toda nuestra existencia.
Entrando en esta escena del encuentro de Jesús y sus primeros discípulos, hemos elegido el lema: .A su vez el logo nos va ayudar a centrarnos en el lema y a vivirlo. Nos vamos a detener en algunos de sus elementos:
1. El Corazón.
La centralidad de todo es Cristo “porque por medio de él fueron creadas todas las cosas” (Col 1, 16). Nuestra espiritualidad es Cristocéntrica: Todo está referido a su amor infinito manifestado en su Corazón. “De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia” (Jn 1, 16). En la Cruz, Cristo nos abre su Corazón para derramar la abundancia de su Vida, simbolizada en la Sangre y el Agua, signos de los sacramentos que nos regala, especialmente la Eucaristía que nos conduce a la santidad y la unidad.
Todos estamos llamados a escuchar los latidos del Corazón de Jesús, para que nuestra entrega esté en consonancia con su Vida. Es preciso recostarnos sobre su pecho como Juan: “Estaba reclinado muy cerca de Jesús” (Jn 13, 23). La experiencia de sabernos amados, que vivimos entrando en su intimidad, nos transforma.
El Corazón de Jesús, como a la sangre, nos impulsa en dos direcciones: el “ventrículo derecho” nos lleva hacia la intimidad, al amor del Padre, nos transfunde el Espíritu, nos hace adoradores y amigos; el “ventrículo izquierdo” nos lanza a llevar la Buena Noticia a los demás, nos hace misioneros, mensajeros de la alegría para los niños y jóvenes. Dos movimientos simultáneos y complementarios: llenarnos de Dios y darnos por Él al prójimo.
2. “Jesús Llama”.
Dios es apertura, es don, “Dios es amor” (1 Jn 4,8; RdV 1). No está encerrado sobre sí mismo. Es comunidad de Personas – Padre, Hijo y Espíritu Santo- y ha hecho al hombre su interlocutor, para que viva en su amistad. En forma permanente nos está llamando, a cada uno por nuestro nombre, siempre sin importar dónde estamos. Quiere ser nuestro confidente.
Su voz resuena en nuestro corazón. “Yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre” (Jn 15,15). Estamos llamados a escuchar su Palabra, que siempre es de aliento, de ánimo y confianza. Para escuchar necesitamos hacer silencio, dejarnos conducir por Él, con un corazón manso y humilde. La docilidad nos permite estar atentos y seguirlo.
3. “Ven y verás”.
La amistad con Cristo es encuentro y vivencia personal, no es una teoría o una filosofía. Sólo podemos decir que creemos y tenemos fe cuando vivimos con Él: “Es el encuentro personal con Cristo el que nos abre un nuevo horizonte y nos da la esperanza de lo nuevo” (Cf. Deus caritas est, 1). Necesítanos contemplar a Cristo crucificado para experimentar el amor infinito que nos tiene: “La espiritualidad del instituto brota de la contemplación de Cristo, cuyo corazón abierto significa y manifiesta el amor trinitario a los hombres” (RdV 14). Entonces podremos decir con verdad: “Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él” (1 Jn 4,16).
Aunque la invitación está en singular, se realiza en plural, junto con los otros, en comunidad, viviendo la fraternidad con Cristo. Nuestra alegría ayuda a otros a escuchar la invitación de Jesús a otros jóvenes.
4. La cruz.
Dentro del proyecto al que Jesús nos llama está la Cruz, aquella en la que Él nos manifiesta su amor y también la nuestra. Al asumir las dificultades enaltecemos la vida, nos identificamos con Él y descubrimos nuestra grandeza y dignidad. La Cruz es el signo de la victoria del mandamiento del amor: “En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros” (Jn 13, 35).
5. Los destellos.
Jesús nos llama a vivir con Él para encendernos en su amor y hacernos sus testigos: “Ustedes son la luz del mundo” (Mt 5, 14). Sólo necesitamos mirar a Jesús para que nos ilumine y nos capacite para llevar el fuego de su amor a los demás. En la medida en que alumbramos a los otros nos llenamos más de su gracia y profundizamos al experiencia del encuentro personal: “Cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo” (Mt 25, 40).
Hacemos realidad los destellos de la luz, cuando ayudamos a establecer lazos de amistad entre los niños y jóvenes, a profundizar el compromiso de unidad de las familias, a promover el perdón como forma de creer en los demás y hacer realidad el amor infinito de Dios.
Hno. Javier Lázaro
Fuente: www.hermanoscorazonistas.org